El arte de ser ordinario y la compleja realidad al entenderlo

El arte de ser ordinario y la compleja realidad al entenderlo
Photo by Guzmán Barquín / Unsplash

Desperté, me preparé un café y sí, volvimos a ser derrotados, como un círculo en plenitud que no tiene salida o quizás un laberinto en un jardín del Siglo XVI que llegaba a una habitación secreta dentro del palacio, pero entonces, ¿por qué seguimos aquí? ¿no ya es demasiado sufrimiento? 

Es simple, soy demasiado ordinario, demasiado idealista y creo firmemente que dentro de las “maldiciones” se construyen en secreto los proyectos que están hechos para trascender. 

Ayer a media noche salí del estadio, mandé un mensaje y un aficionado me increpó cuestionándome y diciendo: “Mira carnal, el tema no es contigo pero, queremos hacer un protesta pacífica, no queremos más estos resultados, no queremos más esto

Pensé varias cosas, la primera, el tema estaba claro que era conmigo, porque quería hacer una solicitud para entrar al estadio en un entrenamiento y pedirle a los jugadores que pusieran ‘huevos’ pero, ¿por qué Alejandro vuelve con sus absurdas teorías de que detrás de los proyectos perdedores se construye el éxito?

Hace casi 15 años había un equipo en las Grandes Ligas, las Mantarrayas de Tampa Bay que, su manager llegó a declarar que “no había nada que hacer, serían por siempre condenados a la derrota” lo mencionó después de tener la peor temporada de la historia y renunciar en una rueda de prensa sui géneris. 

Y es curioso que hoy, estemos hablando de los Rays como un equipo elite dentro de la Liga Americana con un roster fuera de serie y una construcción que sorprende a propios y extraños. 

En un segundo caso, me gustaría hablar del famoso grito de guerra de los aficionados del Betis: “Viva el Betis manque pierda” y es que su andar es descrito en una frase, no hay gloria sin sufrimiento, la construcción de los béticos y su extraño romance con la derrota los ha convertido extrañamente hoy en día en una franquicia con éxitos, claro, después de casi 80 años.

Recibí otro mensaje preguntándome: ¿y tú estás bien? “Sí, estoy bien, no pasa nada.” Esa fue mi respuesta después de pasar la tarde buscando explicaciones y creyendo en maldiciones gitanas dentro del futbol. Porque claro, después de volver a perder entra esa inexplicable sensación de creer que todo puede tener explicaciones esotéricas o mitológicas. 

Caminé a medianoche para llegar a mi departamento preguntándome: ¿Y si sólo estamos a un paso de ser un equipo que marque una época? y recordé que meses antes me había ido al cine frente a nuestro estadio a ver una película de Taika Waititi sobre Samoa Americana, una de las peores selecciones del orbe y la importancia de ese primer gol en su historia. 

¿Y si sólo necesitamos anotar ese primer gol para que todo cambie? Ese gol que de confianza, que construya porque sí, nadie, absolutamente nadie trabaja para no tener un proyecto exitoso. 

Así que entré en el proceso de reconstrucción para entender que lo más complejo es volver a ser ordinario y disfrutar el proceso, miré el techo con el celular en el pecho, me olvidé del resultado, cambié la página y disfruté la conversación nocturna que caía entre museos, música y detonantes emocionales y sólo quiero decirles: “Viva Tlaxcala, manque pierda”

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