Soy un mal cinéfilo pero conduje los Oscars con un marciano
Era de esos malos cinéfilos que veía con romance las películas de Akira Kurosawa y que se contagiaba con la nostalgia de Federico Fellini y su viaje astral en la península mexicana. Soñaba con un romance francés sacado de los guiones de Jean-Luc Godard; construía mentalmente guiones imperfectos con la finalidad de que algún día, llegara a ser un pésimo escritor de comedias.
En fin, era el año 2017 y trabajaba produciendo contenido digital para una de las estaciones más grandes de México cuando de pronto, llegó un personaje afirmando que le gustaría que yo condujera un especial de los Oscars junto a un tal Agustín Ortíz que tenía la sección más escuchada de la mañana, para mí, la radio era mi eterno romance, mi sutil encuentro con las emociones y las canciones así que, acepté.
Fue un año atípico, hubo un épico error en los Oscars que se tradujo en uno de los momentos más icónicos de las ceremonias,: “Lo siento “La la land” no ganaron, fue “Moonlight” estábamos sentados en un hotel en plena transmisión cuando dijimos: “¿Qué demonios acaba de suceder?”
Me gustan los errores porque acentúan los recuerdos, convierten una simple entrega en un momento de consolidación con la audiencia, nuestro vídeo pasó en minutos a tener miles de reproducciones en un intento por convertir a un tal Alejandro en conductor de espectáculos.
Después de la transmisión llevaba 3 cafés y 2 cervezas y no dejaba de pensar que siempre existen guiones perfectos, siempre se atraen cosas que parecen mágicas y llenan de andares nuestras escenas diarias.
Fuera de caóticos romances, el cine es una digna representación de la realidad, ¿por qué soy un mal cinéfilo? Porque claro que lloro con una mala película mexicana que tenía tintes de comedia romántica o me emociono al ver a personas que conozco en la pantalla.
Esa es la particularidad de la construcción emocional personal, reconocerse como un consumidor de contenido por mero placer y lejos de las críticas cinematográficas que ya no entonan conmigo, ya no puedo hablar de perspectivas, contrapicadas, tonalidades o simplemente de fotografía porque voy por el placer de ver, el cine es como la vida, con buenas, malas y pésimas historias pero, hasta las historias más caóticas y patéticas tienen seguidores.
Bendita subjetividad, bendito caos.